La delincuencia organizada se infiltró en Ayotzinapa; reconoce Omar 44.
La delincuencia organizada se infiltró en Ayotzinapa; reconoce Omar 44.
- El activista, cuyo hermano Narciso Vázquez fue miembro de ‘Los Rojos’, admitió que hay “responsabilidad moral” del Comité Estudiantil que mandó a alumnos de primer semestre a tomar autobuses a Iguala, en la noche del 26 de septiembre de 2014.
- Reconoció que es necesario “hacer un análisis profundo y autocrítico” de si “esa vieja tradición” de robar autobuses de pasajeros para sus actividades, “conlleva responsabilidades o no”
Redacción
Omar García, el 44, quien en realidad se llama Omar Vázquez Arellano, reconoció que la delincuencia organizada se infiltró en la Normal Rural y que la escuela incluso estuvo “en disputa” entre dos grupos criminales; también reconoció que existe “responsabilidad moral” del Comité Estudiantil que envió a los alumnos de primer semestre a secuestrar autobuses en Iguala, el 26 de septiembre de 2014.
A través de una publicación en su página de Facebook, el activista —cuyo hermano Narciso Vázquez era miembro de Los Rojos y fue asesinado en Carrizalillo, un par de meses antes de lo ocurrido en Iguala— reprochó que las instancias investigadores hayan descartado esa línea en las indagatorias para esclarecer los ataques armados ocurridos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, que dejaron un saldo de seis personas asesinadas y 43 estudiantes desaparecidos.
Reveló que en las últimas semanas, algunos de los sobrevivientes fueron llamados a declarar ante la Fiscalía Especial para el caso Ayotzinapa, la mayoría de ellos fueron parte del Comité Ejecutivo Estudiantil cuando ocurrieron los hechos.
Omar García reconoció que también las familias de los fallecidos y los desaparecidos han reclamado siempre qué tipo de responsabilidad le corresponde a los integrantes de la organización estudiantil.
“Las familias desde los primeros días reclamaron: ¿por qué habíamos enviado a sus hijos a Iguala? ¿Por qué solo a los de primer año? ¿Por qué a esa hora? O sea, ¿por qué en la tarde-noche?”, reveló García.
Añadió que en 2012, por acuerdo de asamblea, algunos estudiantes de la normal de Ayotzinapa fueron expulsados al ser descubiertos distribuyendo mariguana y cocaína.
Indicó que, tras ser expulsados, ingresaron a la normal “empuñando armas de fuego (…), acompañados de sus amiguitos sicarios y le propinaron una golpiza a dos de los principales dirigentes del Comité Estudiantil”.
Incluso afirmó que existen testigos que pueden dar fe de ello.
“Al ser Ayotzinapa territorio en disputa, o por lo menos al estar localizada en Tixtla, Guerrero, lugar que desde hace casi una década se vienen disputando Los Ardillos y Los Rojos, ¿por qué descartar que se hayan infiltrado los narcos en la escuela? ¿Los filtros establecidos para evitar tal infiltración eran eficientes en 2013-2014?”, expuso García.
Después agregó: “Esto último entraña muchas cosas; hay quienes dirán que por qué hasta ahora lo señalo, simplemente porque en la época en que Murillo Karam y Tomás Zerón de Lucio encabezaban la investigación, lo que buscaban era cualquier motivo para afectar a la normal y a los sobrevivientes en su conjunto. Es decir, querían meternos a todos en el mismo costal”.
García también criticó los métodos de protesta y secuestro de autobuses de la Normal de Ayotzinapa, a pesar de que en su momento él formó parte de la dirigencia estudiantil que envió a los estudiantes a Iguala en 2014.
Señaló que los informes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) establecieron que enviaron esa noche a los normalistas al municipio de Iguala “empujados por una vieja tradición de tomar camiones”.
“Al mismo tiempo nosotros dijimos, porque así fue, que estábamos tomando camiones en diversas partes de Guerrero aquellos días porque teníamos que acudir a la marcha del 2 de octubre”, asentó García.
Sin embargo, a seis años de distancia, reconoció que es necesario “hacer un análisis profundo y autocrítico acerca de si esa vieja tradición conlleva responsabilidades o no”.
“Yo lo he señalado en multitud de foros: las organizaciones todas, sus métodos y fines cambian con el tiempo. Se deforman, se contaminan de malos hábitos. Son susceptibles de ser penetradas, manipuladas por fuerzas mucho mayores. El hecho de ser organizaciones de izquierda y además, apartidistas, no implican que sean buenas en automático. Mucho menos cuando son organizaciones viejas. La tradición misma, el hecho de no modificar los métodos y las formas de lucha para adaptarse a las circunstancias actuales conlleva a que sus adversarios las encuentren desarmadas, o por lo menos que al conocer sus métodos, las puedan vencer fácilmente”, expuso.
Señaló que la violencia se ha extendido en el país “a casi todos los estratos sociales, donde cada barrio, cada pueblecito, cada cuadra, cada Iglesia, cada universidad y escuela se convierten en territorio en disputa por todos los actores en conflicto”.
Por ello, consideró que los métodos de las organizaciones sociales “las hacen responsables en cierta medida de las consecuencias que tienen”.
Refirió que las organizaciones apartidistas como la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) y muchas otras “tienen por definición una ideología que les hace ver al Estado como su enemigo”.
“En ese caso tienen una postura política bien definida, de ahí que todas sus acciones llevan por fuerza a preguntarse si sus estrategas no tomaron en cuenta el contexto de aquellos días, si les valió, si los cegó su ‘ideología desgastada y empantanada’”.
Relató que en 2014 muchos líderes estudiantiles eran “férreos partidarios de conservar la pureza del marxismo-leninismo instaurado en Ayotzinapa”.
Por ello, insistió en la necesidad de hacer una mirada retrospectiva en las organizaciones sociales y estudiantiles, en sus métodos y formas de lucha, pero sobre todo en sus resultados.
“Es tiempo de ver si nuestra fuerzas, arsenal teórico y práctico es o no eficiente para los cambios que proponemos. Porque de no ser así, si los métodos de represión estatal nos frenan a punta de balazos, de aprehensiones, de desaparición forzada, etc., entonces puede ser que haya un 1% de responsabilidad nuestra al no tomar en cuenta que nos ponemos de pechito”, apuntó.
Después agregó: “Igualmente si nuestros resultados de lucha son más y más muertos, más y más personas desaparecidas; si nuestro discurso sigue siendo lastimero y autovictimizante, entonces estamos creando un mal hábito y estamos heredado la manía de culpar al Estado de todos nuestros males”.
Aun así, sostuvo que no hay responsabilidad penal en los líderes estudiantiles que enviaron a sus compañeros a robar autobuses a Iguala.
En cambio, sostuvo que existe “responsabilidad moral”.
Lo que sí reconoció es que debe dejarse de lado el discurso de que “es tradición tomar camiones, hacer esto o aquello, porque el Estado no atiende sus demandas”.
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